A medida que pasan los años, el problema de la dependencia del ser humano con el petróleo, no es tanto la escasez, sino su baja rentabilidad energética, ya que, si en los inicios de extracción de petróleo, allá por el año 1859, se empleaba un barril de crudo para extraer cien (100:1), ahora sólo se consiguen 20 (20:1). Y bajando.
Estos datos se calculan en base a la llamada Tasa de Rentabilidad Energética (TRE) de las diferentes fuentes de energía, que para el carbón se estiman en 60:1, para el gas, alrededor de 18:1 y para el uranio, aproximadamente, del 10:1, según informa el científico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y fundador del Oil Crash Observatory (Observatorio del Cénit del Petróleo), Antonio Turiel.
Turiel, junto al director de estrategia en Sullivan Advisory, el estadounidense Joseph Sullivan, responden a las preguntas de Acta Verbum sobre el denominado “cénit” o “pico del petróleo”, una expresión que denomina “el punto máximo de extracción del petróleo, a partir de cual, comienza un decrecimiento permanente en la producción porque las bolsas de crudo que quedan son de más difícil acceso“.
Así, el problema no está en que no haya medios técnicos ni dinero para acceder a esos remanentes de petróleo, o que no haya más petróleo, sino que se está llegando al punto en el que se gasta más energía para la extracción de la que luego se obtiene.
Turiel explica que aunque el carbón es el recurso con la TRE más alta, es la más contaminante y que, pese a ello, la tendencia de los gobiernos es apoyarse en esta materia porque es “autóctona“, de manera que el incremento del consumo de energía en carbón equivalga al de todas las demás fuentes, incluidas las renovables.
Por otro lado, Sullivan desmonta las estimaciones de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), que en su último informe prevé un aumento de la producción de más de 40 millones de barriles para el año 2030 -de los 86 actuales a los 110-. “Si no fuera tan serio, sería gracioso”, subraya el estadounidense Sullivan.
Según el gráfico, todas las proyecciones de producción energética van hacia abajo; sin embargo, hay una línea azul “muy bonita” -apostilla Sullivan-, que efectivamente remarca ese aumento de la producción para 2030 que, no obstante, anota al pie que “la fuente es por proyectos de energía no identificados“.
Es decir, la AIE, dependiente de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), realiza esta estimación sin una base sólida y es que, “tiene que ser siempre optimista”, como señala Turiel, para no producir grandes alborotos en los mercados.
Pero aunque la producción de energía aumente, lo que se debería tener en cuenta es la llamada “energía neta”, es decir, la que te queda después de restarle la que se ha empleado para obtenerla: si produces cinco barriles pero has gastado dos para conseguirlos, la producción real es de tres, no de cinco.
Sobre los nuevos descubrimientos de yacimientos, como el recientemente anunciado por la española Repsol YPF, Turiel sentencia: “no hay ningún descubrimiento. Eso lo tenía allí desde hace más de quince años. La mitad de los dos mil millones anunciados son gas; el resto, es de tipo ‘seil oil‘, muy poco rentable y de mala calidad”.
La energía es el precursor del crecimiento económico y, para mantener una sociedad basada en el bienestar, las TRE han de estar entre el 5:1 y el 10:1, explica Turiel, por lo que la debacle se aproxima.
Con todo, la apuesta de futuro de estos expertos pasa por las energías renovables y por las iniciativas de transición, una propuesta iniciada en Kinsale (Irlanda) y luego extendida a Totnes (Inglaterra) por el ambientalista Rob Hopkins en el año 2005. El objetivo es dotar de control a las comunidades locales de las herramientas necesarias para soportar el doble desafío del cambio climático y del pico del petróleo, principalmente, a través del acceso a los alimentos y al agua.
El petróleo comienza a no ser rentable en términos energéticos y las sociedades necesitan una alternativa que, a parte de las expuestas, Turiel no duda en apuntar: la sociedad del consumo y nuestro sistema económico no puede seguir creciendo en un mundo finito; con menos, podríamos seguir viviendo dignamente.

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