Dicen que es complicado adaptarse fuera de casa. Que uno no actúa de manera natural y que por eso no llega a cuajar dentro de otros grupos. Creo que no es mi caso. No sé si porque tengo esa facilidad o porque simplemente me he dejado llevar gracias a la gente que tengo a mi alrededor. Dicho esto, hace unas semanas tuve el privilegio de conocer a un escultor que vive en el barrio de Giardinetti y que su historia me ha parecido digna de contar. Tengo el honor de presentarles a Pietro Pieri.
Como decía, la historia de Pietro casi hace más interesante todo el arte que es capaz de inventar. Tomándonos un té junto a sus dos perros en su casa, me cuenta que hace cuatro años tuvo una experiencia cercana a la muerte y que, según él, murió. Me cuenta que tras un período de problemas personales mezcló unas pastillas con otro tipo de sustancia (he de reconocer que no tuve el valor de preguntar cuál aunque me moría de curiosidad) y que entró en parada cardio respiratoria. A partir de este momento, Pietro me juró haberse visto muerto en el suelo de su casa, haber visto cómo la gente (familia, policía, bomberos, vecinos) entraban a su casa y ser consciente de lo que ocurría aunque como un espectador más. Se sentía, afirmaba, muy tranquilo. Mientras bebíamos nuestro segundo té, me asegura que estuvo presente en su viaje en ambulancia y que, a pesar de verse a sí mismo reanimar con desfibriladores, se sentía tranquilo e incluso reía, porque estaba convencido de que “volvería”. En cuanto lo consiguen reanimar, Pietro jura volver a su cuerpo y dormir hasta que se despertara en el hospital. En este momento dice sentirse inspirado y comenzar su travesía artística.
Una historia cuanto menos controvertida. Él decía ser escéptico con este tipo de historias, por lo que no le importaba demasiado que la gente lo creyera o no. Pietro no se explica cómo antes del accidente no hubiese tallado nunca una piedra y después de éste sea capaz de tallar tres cuerpos entrelazados abrazándose y con un acabado espectacular. También a mí me cuesta trabajo creerlo, pero luego de ver la pequeña escultura, me dejé llevar por su historia y decidí creerlo.
Después de esta interesante historia, me enseñó muchas de sus esculturas. Simples bustos, floreros, fuentes, ceniceros, morteros, porta lámparas de colores. Muchísimos objetos tallados a mano repartidos por toda la casa, tanto dentro como fuera. Muchos de ellos están inacabados ya que no trabaja exclusivamente con una piedra, sino que talla varias piezas al mismo tiempo. Contaba que otras esculturas, sin embargo, nunca estarán acabadas puesto que de vez en cuando las va tallando un poco más hasta conseguir la forma más precisa posible. Me cuenta que la piedra la coge de L’Aquila, donde su familia posee, nada más y nada menos, que una montaña. Sí, una montaña, es decir, kilómetros y kilómetros de naturaleza donde, de vez en cuando, decide perderse y conectar con el medio ambiente. Me explica que en un ambiente así, en contacto directo con la naturaleza, es fácil, mucho más fácil, inspirarse. Y me parece bastante lógico.
Además de una charla distendida, tuve el honor de estar durante unas horas viéndolo trabajar mientras me explicaba cómo usar cada una de las herramientas que, por si parecía fácil, había aprendido a utilizar completamente solo. Pietro tiene todo lo que un artista necesita: una historia increíble, un talento innato, materia prima y espacio para poder dar forma a esas piedras puntiagudas y blanquizcas de las montañas de L’Aquila.
Un trabajo de horas y horas que requiere constancia y empeño. Por ello, me siento todo un privilegiado por haber podido compartir, durante mi estancia Erasmus, un poco de la dedicación y pasión (que muchas veces nos falta) con el escultor, sabio, artista y amigo de Giardinetti, Pietro Pieri.

0 comentarios:
Publicar un comentario